Etnógrafo y viajero, historiador y erudito, científico y divulgador, narrador y dramaturgo, políglota y moralista, militar y político, la complejidad y riqueza de su personalidad quedó reflejada en diversas obras que contribuyeron de forma decisiva al desarrollo intelectual y científico de Polonia. En su faceta de viajero, intereses etnográficos y geográficos le llevaron a viajar por Europa, China y el norte de África. Tras su etapa de estudiante en Suiza recorrió, entre 1778 y 1780, Italia, Malta, Sicilia y Lampedusa; visitó Túnezy desde allí pasó por la siempre fascinante para él España, país que tuvo mucha importancia en su obra literaria. Entre 1781 y 1784 visitó Turquía, Grecia, Egipto, Albania y Montenegro; en 1787 París y los Países Bajxos. En 1791 viaja a España, Marruecos y Portugal, vuelve a París y acaba el periplo en Inglaterra. En 1793 conoce Alemania, en 1797, Viena. El Cáucaso y Ucraniaserán motivos de viatje en 1800 y, tres años después, en Roma coincide con el cardenal Borja y conoce a Chateaubriand. El 1804 obtiene un cargo en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, y al año siguiente paraticipa en la expedición científica del conde Goloukin a China. Su obra, muy notable, discurre por diversos géneros, aunque falta un volumen de memorias que permitiría seguir con detalle su vida, sin duda extraordinaria, desde su nacimiento en Polonia en 1791 hasta su suicidio, el 2 de diciembre de 1805, una fecha “romántica” por excelencia, la del Congreso de Viena, en la cual Potocki concluyó un trabajo de orfebrería emprendido tiempo atrás: el pulido del asa de una tetera barroca de plata, heredada de su madre, a la que dio una forma perfectamente redonda; la cual y tras la bendición de la misma por el capellán, utilizó como proyectil para volarse la cabeza. El Siglo de las Luces, que Potocki representó con todo su alma y con todas sus fuerzas, clausuraba románticamente una vida que le pesaba al viejo aristócrata tanto como la de su azoroso y azotado país.
Etnógrafo y viajero, historiador y erudito, científico y divulgador, narrador y dramaturgo, políglota y moralista, militar y político, la complejidad y riqueza de su personalidad quedó reflejada en diversas obras que contribuyeron de forma decisiva al desarrollo intelectual y científico de Polonia.
En su faceta de viajero, intereses etnográficos y geográficos le llevaron a viajar por Europa, China y el norte de África. Tras su etapa de estudiante en Suiza recorrió, entre 1778 y 1780, Italia, Malta, Sicilia y Lampedusa; visitó Túnezy desde allí pasó por la siempre fascinante para él España, país que tuvo mucha importancia en su obra literaria.
Entre 1781 y 1784 visitó Turquía, Grecia, Egipto, Albania y Montenegro; en 1787 París y los Países Bajxos. En 1791 viaja a España, Marruecos y Portugal, vuelve a París y acaba el periplo en Inglaterra. En 1793 conoce Alemania, en 1797, Viena. El Cáucaso y Ucraniaserán motivos de viatje en 1800 y, tres años después, en Roma coincide con el cardenal Borja y conoce a Chateaubriand. El 1804 obtiene un cargo en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, y al año siguiente paraticipa en la expedición científica del conde Goloukin a China.
Su obra, muy notable, discurre por diversos géneros, aunque falta un volumen de memorias que permitiría seguir con detalle su vida, sin duda extraordinaria, desde su nacimiento en Polonia en 1791 hasta su suicidio, el 2 de diciembre de 1805, una fecha “romántica” por excelencia, la del Congreso de Viena, en la cual Potocki concluyó un trabajo de orfebrería emprendido tiempo atrás: el pulido del asa de una tetera barroca de plata, heredada de su madre, a la que dio una forma perfectamente redonda; la cual y tras la bendición de la misma por el capellán, utilizó como proyectil para volarse la cabeza. El Siglo de las Luces, que Potocki representó con todo su alma y con todas sus fuerzas, clausuraba románticamente una vida que le pesaba al viejo aristócrata tanto como la de su azoroso y azotado país.