Ver Smara y morir
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En la bisagra entre los siglos XIX y XX y en pleno Sáhara Occidental, un personaje legendario llamado Ma el Ainin, que se caracterizó por su oposición a la penetración europea, construyó la alcazaba de Smara con el fin de establecer un punto de apoyo en las rutas caravaneras. La escasa predisposición de la población nómada a sedentarizarse y la resuelta decisión de Francia y España a establecerse en el desierto hizo inviable la continuidad del proyecto y, a la muerte de su promotor, este quedó abandonado. Hasta 1934, momento de la ocupación efectiva por España de la zona, Smara permaneció en el olvido y solo fue visitada en 1913 por una columna francesa al mando del teniente coronel Mouret, que causó algunos destrozos, aunque no la destruyó y, en 1930, por el aventurero Michel Vieuchange, con el apoyo, desde Marruecos, de su hermano Jean. Michel tomó notas puntuales de su viaje que, tras su fallecimiento, fueron publicadas por su hermano. Inicialmente como crónicas periodísticas y luego, en forma de libro, cuya primera edición prologó Paul Claudel. Laertes publica dichas crónicas que, por primera vez, aparecen traducidas al español y enriquecidas con notas aclaratorias por un saharaui.
ISBN
978-84-7584-968-3
Coleccción Nan-Shan
Tags aventura, biografía, Colonia española, cronicas de viaje, Desierto, historia, Literatura de viajes, Sáhara, Sáhara Occidental
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Fitxa del llibre
Tìtol original: Smara
Any d'edició: 2015
Nº de edició: 1
Nº de colecció: 85
idioma: Español
Nº de pàgines: 252
Dimensions: 12.50 x
20 cms
Prologuista: de Dalmases i Ros, Pablo-Ignacio
Traductor: Haidar, Larosi
L'autor
Michel Vieuchange (Nevers, 1904-Agadir, 1930) se graduó en literatura y fue autor de una novela inédita titulada Hippareté, en la que mostraba su fascinación por la antigua Grecia. Asimismo se sintió atraído por el naciente séptimo arte y ejerció como asistente de Abel Gance en la película Napoleón.
Su espíritu aventurero le llevó en 1930 a viajar hasta la alcazaba de Smara, situada en el interior del Sáhara español, en territorio aún no ocupado por la administración colonial y, por tanto, insumiso. Con la complicidad de su hermano Jean, que aseguró la retaguardia de su proyecto, realizó el recorrido en durísimas condiciones y con grave deterioro de su salud, pero consiguió finalmente su objetivo. Solo pudo permanecer pocas horas en la misteriosa ciudad, tras lo que regresó a su punto de partida, donde falleció como consecuencia de las penalidades sufridas.
Sus notas de viaje fueron publicadas por Jean, primero como crónicas periodísticas, en La vigie marocaine de Casablanca y, más tarde, en forma de libro, cuya primera edición, aparecida en 1932, prologó Paul Claudel. La traducción inglesa de 1949 fue, a su vez, prologada por Paul Bowles. Este texto, que es un clásico de la literatura viajera del siglo XX, ha sido reeditado reiteradamente en Francia y traducido a los principales idiomas.